Septiembre, mes de la Patria: Ecos del Interminable Grito
“Nuestro concepto de Independencia Nacional necesita revisarse a la luz de la economía y la política, junto a sus personajes y protagonistas reales: es tarea inaplazable. Así se podrá rescatar un significado coherente de los festejos patrios, a los que nos entregamos cada año los mexicanos.”
Francisco J. Covarrubias *
Otra vez pegamos “el grito”, entregados a la muy mexicana alegría. Las plazas del país atestadas de gentío, fueron espacios ideales para echar a repique las campanas, al vuelo.
La ocasión lo amerita. Desdibujadas las identidades en un mundo cada día más global el 15 de cada septiembre, posterior a aquél primer desgarrador grito dado en Dolores Hidalgo, Guanajuato, Cuna de la Independencia Nacional, es todo un ritual de unidad:
Los tambores atronando los espacios, las luces de artificio verdes, blancas y rojas, refulgentes iluminando la oscuridad, cruzando un cielo tachonado de estrellas, fueron apenas la confirmación de que “como México no hay dos”. Las pasarelas de antifaces, el bautizo del confeti multicolor, el bullicio embriagante de risas y carcajadas, los cornetines y espanta suegras, todo, entremezclado, fue preámbulo, preparativo, del momento cumbre en que la muchedumbre gritó jubilosa ¡Viva México!, !Viva México!
De modo casi idéntico la conmemoración del Ser Mexicano se realizó en las ciudades densamente pobladas como el Distrito Federal, Puebla, Guadalajara, Tijuana, Monterrey o Ciudad Juárez, como en las de mediano tamaño: Hermosillo, Culiacán y Aguascalientes, entre otras. Al igual que en las localidades más pequeñas o distantes, se celebró con bombo y platillo, sin distinción de género, raza, credo o condición social.
Realmente ¿qué celebramos?
Los diccionarios básicos definen la independencia como autonomía, emancipación, libertad, integridad, entereza, e incluso como ausencia de toda dependencia. Dado el caso ¿qué clase de independencia festejamos: económica, política, social o cultural? ¿ninguna?
Juzgue el lector si se puede llamar plenamente independiente un país al que después de 300 años de servidumbre a la Corona Española y casi un siglo de anarquía, a posteriori del primigenio grito dado por el cura Miguel Hidalgo y Costilla, le sobrevinieron 32 años de dictadura porfirista y 71 años de simulación democrática, para convertirse luego en una de las naciones más endeudadas del planeta, con una deuda pública externa bruta, de 124, 524 millones de dólares, estimados a enero del 2008 (20.7% del PIB).
¿Entonces, en qué sentido debemos hablar hoy, con propiedad, de soberanía nacional, cuando además cerca del 88.3 % de nuestras exportaciones (122, 906 millones de dólares) van a Estados Unidos de América, y únicamente 3.9% a la Unión Europea, 2.0% a Canadá y 3.8 % a Japón. A lo que se agrega, que en un 55.6 % de nuestras importaciones (82, 535.0 millones de dólares) provienen de nuestros vecinos del norte.
De suerte tal que si los primos americanos no nos compran o no nos venden mercancías, en pocas semanas o meses, nuestro país hipotéticamente se vería orillado a suplicar perdón como lo hizo el Hijo Prodigo, que pecó contra Dios y contra el cielo.
¿Tiene necesidad de vivir así por siempre una nación como la nuestra tan abundante en recursos naturales: con 9 mil 330 kilómetros de costas, 14 puertos marítimos de altura, abundante petróleo que circula en 28 mil kilómetros de oleoducto, gas natural, con plata, cobre, oro, zinc, plomo, madera, bosques y selvas.
Un país que como el nuestro tiene en su juventud la clave de su desarrollo humano: tan sólo la UNAM atendió en el ciclo escolar 2007-2008 una matrícula de 299 723 alumnos, mientras que la Universidad de Guadalajara atendió a 195, 116 estudiantes. Es decir, cerca de 500 mil futuros profesionistas en sólo dos universidades, los que sumados a los de las otras 29 entidades, son casi un millón de potentes cerebros.
¡No puede perecer una Nación tan grandiosa, ni puede ser tan impotente un país! Con tan abundante riqueza cultural e histórica, con habitantes que hablan 66 lenguas indigenas, entre ellas náhuatl, maya, zapoteco, mixteco, tzeltal, otomi, tzotzil, totonaca, mazateco, mazahua, chol, huasteco, purepecha, tarahumara, yaqui, seri, mayo, tojolobal, chinanteco, mixe, tlapaneco, trique, cora y cuicateco. Además del español.
A mitad del mundo globalizado, más nos vale entender que la vida que fluye a través del Ser Mexicano si bien no riñe con la apertura necesaria y razonable a la inversión extranjera y el comercio internacional, tampoco está peleada con la preservación de razonables márgenes de autonomía, irrenunciables en un pueblo soberano.
Una vez transcurrido este aniversario patrio todavía habrá que esperar alcanzar la mayoría de edad característica de la existencia de quienes demuestran vocación auténtica de independencia. Con una expectativa activa, participativa, no conformes con gritar eufóricos o lamentarnos. Cada vez más lejos de la negativa estampa del mexicano borracho, parrandero, mujeriego y jugador con que se nos había etiquetado.@
* Francisco J. Covarrubias: licenciado en Ciencias Políticas, por la Universidad Autónoma Metropolitana, Maestría en Investigación Educativa por la Universidad de Guanajuato, profesor de Ciencias de la Comunicación y de la Especialidad en Comunicación Política de la Universidad de Sonora.
miércoles, 17 de septiembre de 2008
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